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sábado, 4 de junio de 2016

Trece: Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes: (capítulo 4, I)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Juan Conesa Arias, paciente de Atrofia multisistémica, de León.

Notas del administrador del blog:

Con su permiso, por supuesto, en este blog, por capítulos, vamos a editar la novela 'Los casos del teniente Llamazares', autoría de Juan Conesa Arias, paciente de Atrofia multisistémica, de León... La citada enfermedad, que causa ataxia, es una nominación relativamente moderna de una parte de las antiguas OPCA's (atrofias olivo-ponto-cerebelosas), grupo en el cual, antes de las diferenciaciones genéticas, también se incluían las, ahora, SCA's (ataxias espinocerebelosas).

El ritmo al que serán editados los capítulos en este blog, no está fijado, ni podría predeterminarse... pues la obra novelesca está aún en incipiente fase de escritura, e iremos editando a medida que los textos estén disponibles. Concluiremos cada capítulo con un "(continuará)", pero sin fecha fija. Eso sí, se hará constar cada día los enlaces a capítulos anteriores... para que nadie pudiera perderse el hilo de la novela.
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Anteriores
1- Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - I
2- Segundo: Capítulo 1 - II
3- Tercero: Capítulo 1 - III
4- Cuarto: Capítulo 1 - IV
5- Quinto: Capítulo 1 - V
6- Sexto: Capítulo 2 - I
7- Séptimo: Capítulo 2 - II
8- Octavo: Capítulo 2 - III
9- Noveno: Capítulo 2 - IV
10- Décimo: Capítulo 3 - I
11- Once: Capítulo 3 - II
12- Doce: Capítulo 3 - III

13- Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes: (capítulo 4, I)

Juan Conesa Arias
La mañana, como tantas otras en Gijón, había empezado gris, amenazando el orvallo que ahora estaba cayendo. Pero a él no le había importado mucho. Para un gijonés como él, la llovizna es la forma natural de vivir. Incluso hay quien comenta que a los asturianos pronto les saldrán branquias, como comprobación de que las teorías sobre la evolución de las especies son correctas. Así pues, se había enfundado en su chubasquero transpirable y último modelo y, como siempre, salió de su portal en la calle Ezcurdia cuando las únicas luces de la vía pública eran las de las farolas. Recorrer todo la Avenida de Rufo García Rendueles. hasta dar la vuelta en el Musel, y volver con las primeras luces del alba dándole en los ojos era el único vicio que le quedaba desde que se había convertido en concejal de su querido Gijón.

Se había levantado pletórico de fuerzas, y la carrera de ese día le había sentado muy bien. Lo notaba en sus piernas, más ligeras que nunca, y que había soportado bien el ritmo vivo marcado desde el principio. De vuelta, a su izquierda, el mar presentaba el mismo color ceniciento que el cielo, cargado de lluvia. De la playa de San Lorenzo, a los pies de la avenida, sólo quedaba un delgado hilo de arena, y éste todavía en la zona central. Cuando pasó cerca de la Escalerona, tuvo que desviarse un poco de su camino, evitando que la ola que pretendía pasar por encima de la balaustrada, le salpicara. Realmente, la mar estaba bravía, como cuando de pequeñín, la veía agitada... a los pies de Cimadevilla, donde estaba la casa de sus padres.

Cruzó el puente sobre el río Piles, y continuó por el parque. Al fondo se veía la oronda silueta de El Molinón. De niño soñaba con su primer partido como titular del Sporting. Desde pequeño le había gustado el fútbol y en los campos de la Laboral y de Mareo. Ponía todo el empeño en los entrenamientos para ver si, algún día, podía emular a Quini, o a Maceda, y ser la gran figura que retornara al Sporting al lugar que le correspondía en el fútbol español. Junto a él se había entrenado en las secciones infantiles y juveniles del Sporting nada menos que David Villa. 'El Guaje' sí que había triunfado en el fútbol, incluso había ganado un Mundial. Sin embargo, a él le estaba reservado servir a la ciudad de Pelayo y dejar el fútbol para las pachangas de la mañana del domingo con los amigos.

Se acercó al banco del Parque de Isabel la Católica, ése desde el que la vista abarcaba todos los detalles del estadio, y que tanto le gustaba. La llovizna y el sudor hacían que su escaso pelo estuviera totalmente empapado y pegado a su cabeza, y el agua mezclada con el sudor le bajaba por las patillas. Le gustaba hacer los estiramientos en ese banco, contemplando el Molinón y el Piles. Después del ejercicio matutino, le esperaban la ducha, el desayuno con leche de soja y muesli, y todo un día de intenso trabajo por delante.

De repente, dejó de escuchar a Beethoven, a través de los auriculares, y notó como alguien pegaba un tirón de su iPod, en el bolsillo de atrás de su malla de correr, y metía algo en él. No le dio tiempo a volverse para ver quién era. Otra mano de la persona que estaba detrás de él le agarró fuertemente por su musculado pecho, mientras que la del bolsillo de la malla recorría su cuello armada con un cúter. Ni siquiera pudo gritar. La afilada hoja le segó la laringe a la vez que la sangre comenzaba a salir a borbotones de sus yugulares. Sólo le dio tiempo a ver unos caros zapatos negros, bien lustrados, mientras se terminaba de desangrar en un enorme charco de sangre, la cual se iba mezclando con la lluvia que caía sobre su adorado Gijón.

*****

Estaba paseando a su perro por el parque, como todos los días. Pero ese día algo le llamó la atención. Mientras caminaba, otro hombre muy bien trajeado se aproximaba a uno de los bancos cercanos al río Piles, ése en el que el loco por el deporte, de todos los días, hacía sus ejercicios. Después, el del traje tiraba algo al río, y salía corriendo, mientras el deportista caía al suelo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Se palpó los pantalones, y comprobó que el teléfono móvil estaba donde siempre. Todavía dudó un instante en sacarlo para marcar el 112.
- ¿Ye. la policía? Se cargaron un paisanu n'el parque cerca’l Molinón… -La trémula voz se negaba a salir de su garganta.
Mientras, Rocky, su perro, meaba en el árbol donde él se había apoyado, para no caerse del susto.

*****

El flamante BMW, de Camino Riello, paró enfrente del portal de Llamazares. El teniente ya llevaba un tiempo esperando por la periodista, en la helada mañana leonesa. Así que, las mejillas de Mauro Llamazares, impecablemente afeitadas hacía un rato, se mostraban enrojecidas por el frío. Había tenido que subirse las solapas del terno y meter las manos en los bolsillos para evitar su congelación. Cuando oyó de lejos la música, supo que era Camino. Sólo a ella se la ocurriría ir oyendo 'Hoy no me puedo levantar' a todo volumen a las nueve de la mañana. La ventanilla del conductor fue deslizándose suavemente hacia abajo y, cuando acabó de desaparecer en la portezuela del coche, Camino sacó ligeramente la cabeza:
- ¡Qué frío! ¿No? Anda, sube, que te vas a quedar como un chupitel [1] ahí fuera, y no me gustaría perder todas las exclusivas que nos vas a ofrecer a la emisora y a mí.
- ¡Muy graciosa, hombre...! Habíamos quedado a las ocho y media... y son las nueve y diez. ¿Dónde te habías metido?.
- Hay cosas que una señorita bien educada debe hacer y nunca decir que las hace, amable agente… -dijo, poniendo cara de niña buena y pestañeando picaronamente.

Llamazares abrió la puerta de atrás para meter la bolsa en el asiento, pero enseguida la voz de Camino se lo impidió:
- ¿Sabes por qué el maletero se llama así, pimpollo? ¡Pues, hale, mete la bolsina en el maletero, que es donde se supone que debe ir!.
Afortunadamente, no había terminado de posar la bolsa sobre el asiento, así que cerró la puerta del coche, se colocó tras él, abrió la puerta del maletero, y depositó su bolsa al lado de un juego de dos maletas y un coqueto neceser de color rojo que había dentro... “No cambiará nunca. Sigue siendo tan fashion como siempre”, pensó... Cerró el maletero y, tras dos zancadas, abrió la puerta delantera y se arrellanó en el asiento del acompañante... Camino arrancó el coche inmediatamente.

La salida de León fue tranquila. La ciudad no suele tener mucho tráfico a esas horas de la mañana, puesto que los que entran a trabajar a las ocho de la mañana, ya lo habían hecho... y las tiendas no abren hasta las diez. Si bien es verdad que a esas horas es cuando abren sus puertas algunos colegios privados para martirizar durante unas horas a sus acongojados alumnos, pero so ocurre en el centro y, puesto que ellos se dirigían hacia la autopista León-Campomanes, no pasarían por él. Así que, en unos escasos cinco minutos estaban rodando hacia Asturias a una velocidad considerable.

- ¿Puedo cambiar la música? He traído un CD mejor que ese de Mecano que llevas puesto.
- Haz lo que quieras, pero ponlo bajo, que tengo un montón de cosas interesantes que contarte.
Mauro apretó el botón del reproductor de cedés, y de él salió el que se estaba reproduciendo, dando la sensación de que el aparato sacaba la lengua... Se sacó del bolsillo del terno otro, que intercambió con el que acababa de salir del aparato, puso el volumen a un nivel adecuado, y se dispuso a escuchar lo que Camino tenía que decirle, mientras las notas de Tony prestaban la banda sonora a las magníficas vistas de la montaña leonesa.

- Pues tú dirás, mona…
- Pues resulta que he averiguado muchas cosas acerca de nuestros dos amigos fallecidos… Y, aunque ya se sabía que el difunto presidente de la Diputación no era trigo limpio, la verdad es que tenía mierda como para embadurnar todo León.
- Eso ya lo suponíamos, reina…
- ¿Sabías que hay un proyecto para remodelar la estación de San Isidro?.
- Algo había oído, pero no sé mucho... Lo que pone en el Diario, que es bastante poco...
-Pues el proyecto estaba adjudicado a una empresa asturiana… Y resulta que esa empresa asturiana también es la que está construyendo el mejor edificio de viviendas del polígono de La Lastra... Ése al que irán a vivir todos los pijos de León cuando se acabe de construir... Y da la casualidad de que los terrenos donde se construye están a nombre de Fernández y Leiro, C.B.
- ¡Mira tú por donde…!
- Y bueno... pues resulta también que si una guapa y avispada periodista se pasa por el registro civil de León y pide a un amigo suyo que investigue de quién es la susodicha empresa asturiana... y este amigo, muy solícito él, se lo averigua… ¡Tachán! Resulta que la empresa está participada en un 51% por Fernández y Leiro, C.B.
- ¿Quieres decirme que esos dos pájaros habían conseguido que una obra de ese calibre se la diesen a su misma puta empresa? –La cara de Mauro mostraba toda la sorpresa que un ser humano puede expresar– ¿Y que, para más recochineo, esa obra está promovida en su totalidad por la Diputación, institución presidida por Fernández?.
- ¡Bingo! ¡Premio para el caballero!.

Asombrado, Mauro se acomodó como pudo por debajo del cinturón de seguridad para poder mirar todo lo de frente que pudo a Camino. Seguía siendo tan lista como siempre. La misma chica avispada y pizpireta con la que compartió aventuras juveniles. Y aunque había sustituido su habitual y sugerente vestuario por una ropa más adecuada al viaje, no dejaba de parecerle realmente exuberante. Las mallas negras que llevaba dejaban vislumbrar la rotundez de sus muslos y lo bien construidas que tenía las piernas... y el apretado jersey de angorina de color hueso, ponía de manifiesto todos los encantos de que Camino disponía. El conjunto se remataba con una boinilla de color rojo, graciosamente inclinada sobre su cabeza, y unos zapatos negros de tacón de aguja. - Nunca sabré cómo eres capaz de conducir con esos taconazos, Caminín.
- Ése es uno de mis encantos, Maurín -replicó, volviendo un momento la cabeza, y dedicándole una enorme sonrisa acompañada por el brillo esmeralda de sus ojos-. El otro es lo lista y discreta que soy… ¿No es verdad?.

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[1]... chupitel ... Leonesismo, por carámbano.

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(Continuará).

Fuente: Blog del autor: http://tenientellamazares.blogspot.com.es/

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