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martes, 21 de abril de 2015

Un gemido en el arroyo

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos..

Calculo que esta historia me sucedió a los 20 años. Aunque no recuerdo con exactitud la fecha anual, me es posible deducirla, con escaso margen de error, por detalles largos de explicar, que aportarían muy poco al relato.

Por indicaciones de mi padre, una tarde, tras las primeras lluvias del recién estrenado otoño, fui arar una finca concreta. Pensábamos sembrarla de forraje para las vacas. Para ese menester, puesto que éstos son campos de secano, por aquel tiempo (hoy desaparecidas) se usaban las "alholvas" (creo que el nombre oficial, para usos medicinales de herboristería, es "fenogreco"). Eran unas leguminosas de larga vaina, que se segaban a medio granar, y dejaban secar, antes de empacarlas, y, posteriormente, eran guardadas las pacas para alimento de los animales en invierno.

Por cierto, las semillas de las alholvas eran unos granitos cuadrados ligeramente alargados de color amarillento tirando a aceitunado, con una historia bastante maldita... si bien, tengo entendido que el fenogreco se ha usado y sigue usando con propiedades medicinales.

Esta planta, si se usa recién cortada (sin dejarla secar) para alimentar a las vacas, da un gusto raro a la leche... Y otra anécdota, esta vez sobre la semilla, era que si el encargado de recoger el trigo (Servicio Nacional de Productos Agrarios, SENPA), antaño, hallaba un granito de alholvas entre la muestra que tomaba, penalizaba con un descuento alto en precio por kilos de trigo, pues es una semilla muy amarga.

Sé que esto que acabo de decir, nadie lo entenderá mirado desde hoy. Hay historias olvidas que a nadie le interesa saber, ni recordar... Para paliar las molestias de la escasez de la postguerra, el Estado tenía el monopolio del trigo, y al agricultor le imponía cuotas de entrega, altamente vigiladas y sancionadas para evitar la venta al estraperlo.

Comencé a arar la finca por el interior, con arados de vertederas fijas. A una de las orillas había un arroyelo, lleno de matorrales, por donde solamente corría el agua de lluvias torrenciales. A cada vuelta arando, me iba acercando más al arroyo. A uno 5 metros oí algo exterior raro, ahogado entre del rugido de los 6 cilindros y 80 c. v. del motor. No hice caso. Pensé que fuera producto de mi imaginación. Pero a la siguiente vuelta volví a sentirlo. Descendí del tractor... y era como un gemido... un sutil lamento proveniente del arroyo.

Me asusté mucho, pues hasta podía tratarse de una persona. Me acerqué al arroyo... y era una perra (raza galga) atada a un árbol, muy flaca y débil. Supongo que estaba allí sujeta, sin comer ni beber, quizás una semana. Con mucho miedo, por si estaba irritada y me mordía, bajé al arroyo con una navaja, y corté la cuerda. Luego, cuando ambos salimos, le di un trozo de pan, sobrante de mi almuerzo.

A continuación, seguí arando y perdí de vista al animal. Supongo que su lugar de procedencia era la población vecina, porque aquella perra no me era conocida.

Más tarde, supe que hubo comentarios en el pueblo sobre este acontecimiento. Si bien, por razones más que evidentes, nadie habló de ello en mi presencia: En las habladurías, yo era el tonto que había soltado la perra, que otro (su dueño), por no atreverse a matarla directamente, había condenado a morir de inanición atada en aquel solitario y recóndito sitio... ¡Hay que joderse!... eso dicen en mi pueblo. ¡Qué mal paga la vida! A la perra... y a mí...

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2- Sección 'PowerPoint del día':

El sonido de acompañamiento es un canción con humor de 'Puturru de fua' 'Tengo un tractor amarillo'

Para visionar y/o guardar el archivo PowerPoint, pinchar en: 'Beatus ille'.

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