La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


jueves, 12 de febrero de 2015

Segundo: Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - II

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Juan Conesa Arias, paciente de Atrofia multisistémica, de León.

Notas del administrador del blog:

Con su permiso, por supuesto, en este blog, por capítulos, vamos a editar la novela 'Los casos del teniente Llamazares', autoría de Juan Conesa Arias, paciente de Atrofia multisistémica, de León... La citada enfermedad, que causa ataxia, es una nominación relativamente moderna de una parte de las antiguas OPCA's (atrofias olivo-ponto-cerebelosas), grupo en el cual, antes de las diferenciaciones genéticas, también se incluían las, ahora, SCA's (ataxias espinocerebelosas).

El ritmo al que serán editados los capítulos en este blog, no está fijado, ni podría predeterminarse... pues la obra novelesca está aún en incipiente fase de escritura, e iremos editando a medida que los textos estén disponibles. Concluiremos cada capítulo con un "(continuará)", pero sin fecha fija. Eso sí, se hará constar cada día los enlaces a capítulos anteriores... para que nadie pudiera perderse el hilo de la novela.
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Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - I

LOS CASOS DEL TENIENTE LLAMAZARES - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - II

Juan Conesa Arias
Se despertó sobresaltado por el timbre del teléfono y, sin quitarse el sueño de los ojos, se incorporó de la cama. En ese mismo momento, le pareció que el suelo de la habitación empezaba a moverse como si fuera una cama elástica. No fue capaz de mantenerse en pie y cayó sobre la cama. “¡Me cago en la leche! Otra vez. De hoy no pasa que vaya al médico”, pensó.

Volvió a incorporarse, y esta vez fue levantándose poco a poco. Una vez de pie, fue agarrándose a cada uno de los muebles y las paredes que encontraba a su paso, en un lento peregrinar entre la habitación y el comedor. Mientras, el teléfono seguía sonando, taladrándole la cabeza con su insistente chirrido.

- ¡Ya va, ya va! Coño, que uno no puede correr tanto…

Aunque no estaba nada mal físicamente, ya se le podían ver indicios de la cercana cincuentena. Algo calvo, aunque no de esos calvos indecentes que se peinan el poco pelo que les sale en el cogote hacia delante, de forma que tape la calva; miope y con algo de presbicia, que le hacía ya tener que usar gafas progresivas, aunque prefería usar dos pares; con una barbita de dos días ya absolutamente blanca y con el vientre un poco prominente, según él, a causa de las cervezas y las tapas de León. En resumen, no estaba hecho precisamente un chaval, pero aún estaba de buen ver…

Pero ahora estaba eso… Últimamente, levantarse de la cama se había convertido en un pequeño suplicio. No era siempre, eso es verdad, pero cuando ocurría, lo pasaba realmente mal. El suelo se le volvía blando y al andar parecía que las paredes se acercaban a él, dándole trompicones en sus hombros. Él sabía que ni el suelo se vuelve blando de repente ni las paredes se mueven. Antes al contrario, era él quien tenía esa angustiosa sensación. Y entonces, se agarraba de todo lo que pudiera porque era la única forma de no terminar cayéndose por suelos como un bebé que está comenzado a caminar.

Poco a poco, iba avanzando por el pasillo, especialmente alargado para ser de un piso de dos habitaciones. Mientras, el puñetero teléfono seguía sonando, haciéndole perder la paciencia, lo que hacía que quisiera ir más rápido, aunque se lo impidiera el pedazo de mareo que tenía encima.

Llegó a la puerta del salón. Esta era la parte más difícil. Entre la puerta del salón y el siguiente mueble, la mesa de comedor, había que dar dos pasos sin que se pudiera apoyar en ninguna cosa. Y claro, lo que tenía que pasar, pasó… Todo fue bien al dar el primer paso. Pero cuando fue a levantar el pie izquierdo para dar el siguiente, el suelo, potro sin adiestrar, tuvo la feliz ocurrencia de moverse. Eso hizo que su pie derecho perdiera el contacto con el piso, y se diera un culetazo sobre el suelo.

- ¡Mierda! –el exabrupto le salió directamente de sus nalgas maltratadas, subiéndole por el esófago y atravesándole el orgullo, convirtiéndose así en grito de rabia al salir por su boca– ¡Se va a enterar el cabrón que llama a estas horas!.

No sin cierta dificultad se levantó agarrándose a la pata de la mesa del comedor. Y continuó su accidentada peregrinación hacia el santuario del ruido en que se había convertido su teléfono…

- ¡Ya era hora, Llamazares! ¿Dónde cojones estaba? – Era la voz del comisario Blanco, un hombre mezquino y que no le tenía ninguna simpatía. Pero el sentimiento era mutuo…

- ¡Tirándome una rubia despampanante, no te jode! ¿Qué se cree que se puede hacer a las tantas de la madrugada?.

- ¡Pues súbase los pantalones y venga para aquí de inmediato! ¡Tenemos un serio problema, cenutrio! A algún hijoputa se le ha ocurrido darle un tiro en la nuca al presidente de la Diputación en medio del Puente de San Marcos. Tenemos un circo de tres pares de cojones en plena plaza, con televisión y todo. ¡Venga para aquí cagando puñetas! ¡Le espero en diez minutos! –y colgó.

Llamazares colgó el teléfono con rabia y levantó el puño de su mano derecha con el dedo corazón inhiesto, acompañando el gesto con una enorme pedorreta. “Que te joda un pez, que tiene la picha fresca”, pensó. Se levantó como pudo, y acometió el vía-crucis de vuelta hasta su habitación, para vestirse y asearse.

(Continuará).

Fuente: Blog del autor: http://tenientellamazares.blogspot.com.es/

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