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lunes, 6 de mayo de 2013

La burrita salvadora - capítulo II

Blog "Ataxia y atáxicos".
(Por Cristina Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza).

Cristina Sáez Vallés
Nota del admimistrador del blog: Para recordar la introdución a la serie de capítulos de 'Historias de la guerra civil española', pinchar en: Presentación....

Notas de la autora:

Mi madre, que tenía nueve años cuando empezó la guerra, recuerda sucesos, pero se arma un lío tremendo con las fechas. Así que me limitaré a poner “zona roja” o “zona azul”, según estuvieran en Caspe los republicanos, o los nacionales. Ella no entendía de rojos, ni de azules: Sólo quería paz, y volver al colegio (le gustaba mucho estudiar), y jugar con sus amigas y sus animalitos.

Acabada la guerra, sin padre, sin posesiones, sin algunas de sus amigas (muertas en los bombardeos), mi madre se dio cuenta de que ya nada sería como antes: Tenía sólo doce años, pero había madurado de golpe, y se había saltado la pubertad y la adolescencia, convirtiéndose en una mujercita que tenía que ayudar a su madre si quería sacar adelante a su familia


CAPÍTULO II: LA BURRITA SALVADORA - Zona roja, 1937.

Dedicatoria: Quiero dedicar este capítulo a mi tía Carmenines, que murió el pasado día ocho de abril. Era mi madrina. Te quiero, tía.

A su padre lo mataron de una paliza, y Pilar (mi abuela) se fue con sus dos hijos, su cuñado, José, y la hija menor de éste, Carmenines, a la Sierra de Vizcuerno, a unos diez kilómetros de Caspe. El tío Martín, hermano de su madre, tenía allí su casa y su trabajo. Era pastor, y en esa sierra guardaba y guiaba más de cuatrocientas ovejas y cabras, pertenecientes a una familia adinerada del pueblo. En dicho lugar vivía su tío con su esposa, la hija de ambos, de unos cuatro o cinco años, y un sobrino, de diez, huérfano de padres, y que lo tenían medio adoptado. Se llamaba Joaquín, y ayudaba a su tío con las ovejas y las cabras. Esos meses de guerra los estaban pasando allí, refugiándose de las bombas. La casa del tío Martín era demasiado pequeña para albergar a tanta gente. José era el marido de Isabel, hermana de Vicente. Isabel no había querido irse de Caspe, porque tenía a su hijo en el frente, y tenía que esperarle. Con ella, para que no estuviera sola, ya que andaba delicada de salud, se había quedado su otra hija, Pilarín. Y también estaba con ellos su abuela Bibiana, la madre de Vicente, a la que Lolín adoraba.

Lolín (mi madre) tenía en su prima Carmenines a su mejor amiga, más que una hermana. Tenían la misma edad, y se llevaban estupendamente. Estaban siempre juntas. Además de ésta, estaban los otros primos… y sus tíos… y la abuela. ¡Demasiados para una casa tan pequeña! Dormían en colchones echados en el suelo. A pesar de todo, lo pasaban bien. En medio de la tragedia que suponía la guerra, siempre tenían un rato para reír, y contar chismes.

Lolín pensaba que en la sierra se estaba muy bien. Por la noche refrescaba. En cambio, en Caspe hacía mucho calor. Y luego estaba el riesgo amenazante de los bombardeos. Aunque Lolín se lo pasaba bien allí, a veces se cansaba, y quería volver a su casa, ver a sus amigas, leer libros en la biblioteca del colegio, jugar con sus muñecas, ver a su gata Baselisa, visitar a sus tíos, acudir al colegio… que todo volviera a ser como antes. “¡Jolín!, la guerra no se acababa nunca”, pensaba.

La comida empezaba a escasear. Hasta entonces, habían estado alimentándose de los huevos de las gallinas, de la leche de una cabra, de embutido que habían traído de casa… pero se estaba acabando. Hasta llevaron dos patos, que tuvieron que matar, porque cada vez que oían un avión, empezaban a graznar. Y una noche, Pilar, temiendo que sus graznidos delataran presencia humana, los ahogó en un barreño con agua. Cosa realizada muy a su pesar… claro que, al día siguiente, se los comieron.


Pilar (mi abuela)
Decidieron ir a Caspe en busca de más comida. Pilar (mi abuela) guardaba en la despensa de su casa dos hogazas de pan, una garrafa de aceite, lentejas, nueces… y seguro que encontraría algo más si iba a las casas de sus cuñados. Eso, si no estaban destruidas, o desvalijadas... que todos estuvieran bien era lo principal.

Lolín quiso ir con su madre. Quería ir a su casa, a buscar libros y tebeos, ropa, juguetes… Su prima también quería ir a ver a su madre, y saber si había noticias de su hermano Jesús, que estaba en el frente, en zona roja.

Se fueron un día, de madrugada, las tres: Lolín, su madre, y su prima Carmenines. Cargaron las alforjas de la burrita con un pan y tortilla de patata, la última patata del saco que quedaba, y la bota de vino, pero rellena de agua, para el camino.

Tenían más de tres horas de viaje para llegar a Caspe… y otras tantas para regresar. Volverían casi de noche. Pilar tenía miedo, y quería estar de vuelta antes de anochecer.

Lo primero que hicieron al llegar a Caspe, fue ir a casa de Lolín a buscar comida y otras cosas. Encontró a Baselisa (la gata) durmiendo en su cama. Pero ésta se despertó en cuanto la vio, y empezó a dar vueltas a su alrededor, maullándole con energía. Luego fueron a casa de Carmenines, donde la madre de ésta, Isabel, las recibió con cariño y emoción. Lolín y sus primas dieron una vuelta por el pueblo. Y, después de comer, y dar alimentos a la burrita, que habían dejado en un corral, emprendieron el camino de regreso.

A mitad de camino, pararon a descansar. Se colocaron debajo de un árbol que daba una enorme sombra. Aunque atardecía, el sol aún calentaba bastante, y tenían hambre y sed. Pilar puso una manta en el suelo, sacó el pan y la tortilla, la bota con agua... y se repartieron la merienda.

Se tumbaron un poco para descansar. Parecía que todo estaba calmado: Había una gran paz, y reinaba el más absoluto silencio. Pero la burrita estaba intranquila… y, en un momento dado, echó a correr, parándose a unos doscientos metros. Lolín y su prima corrieron tras ella… y, cuando volvían donde estaba Pilar, ésta había recogido la manta y la comida sobrante, y se dirigía hacia ellas, para continuar el camino. En ese instante, se oyó un motor de avión, y vieron cómo caía una bomba en el mismo sitio en el que habían merendado. El árbol desapareció. En su lugar, había un gran boquete. Pilar se santiguó, y abrazó a las niñas. Lolín fue hacia la burrita, y la besó muchas veces: Les había salvado la vida. Lolín (mi madre), siempre ha sentido un gran cariño por los burros. Nunca pudo olvidar esta historia, ni a “Sultana”, la burrita salvadora.

(Continuará).

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2- Sección "Video del día":

Hoy también, para ir en cosonancia con el artículo, se inserta un video musical de canciones de la guerra, alojado en 'Youtube': 'El quinto Regimiento', canción interpretada por Rolando Alarcón.



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