La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


jueves, 29 de septiembre de 2011

"La esclavitud de la inocencia, II parte"

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Vicente Sáez Vallés, paciente de paciente de Ataxia de Friedreich), de Zaragoza.

Para recordar: Ir a la I parte de este mismo relato.

LA ESCLAVITUD DE LA INOCENCIA, II parte

-III-

- Alguien tendrá que hacer compañía a mi madre.

- ¿Y si le compramos un perro?

Ambos estaban sentados en un banco del rincón más apacible del parque. Hacía fresquillo, porque se avecinaban las rebajas de moda de otoño. Pero a los dos no les importaba, eran felices: se iban a casar. Pero... ¿cómo conseguiría manutención la madre de su prometida? Nunca cotizó a la seguridad social. El estado le daba una miserable pensión y, como su hija dejaba de trabajar, el novio debía hacer horas extras para dar de comer a su suegra.

- Cierra el pico, idiota. No te rías de mi madre.

- Hablo en serio...

Él le dio un beso en la mejilla, que ella apartó fríamente en un gesto enfadado.

- ¿Y para qué quiere mi madre un perro?

- ¡Mujer! El perro es el mejor amigo del hombre.

- Ahora lo veo. El mejor amigo del hombre, y no de la suegra.

Ella levantó la voz, y él recogió su tono cínico en forma de mal aliento debido a los calamares al ajillo que se había tomado en un vermú aceitoso que acababa de finalizar.

- No te enfades mujer... ten en cuenta... -él se intentó justificar con delicadeza...

- Si acaso, un periquito... Sí... ¡un periquito!

- Pues bien... -él no necesitó justificarse de nada, y pareció conforme.

- ¡Qué pronto nos ponemos de acuerdo! ¡Cuánto nos queremos!.

-IV-

En una jaula, las cosas no sucedían una tras otra. La conciencia de las aves estaba dominada por la ansiedad. El orden no fue lógico nunca, y el tiempo no les importaba.

Rogelio llamó la atención de todos:

- ¡Mirad! ¡Llueve! De pronto, se hizo el silencio. Todos los periquitos miraron con respeto a Pepejuán que ya mostraba síntomas de nerviosismo. Rogelio recordó algo, en un flash, que hizo hundir su cabeza con las plumas de sus hombros. Su mirada era sumisa, siempre de perfil.

- ¿Para quién hablo? -gritó enfadado Pepejuán.

Rogelio temblaba. Las plumas se le salían de la piel: casi se hizo más oscura. Su pico chasqueaba, y todo era eléctrico en ese silencio de tensión.

- ¿Qué os tengo dicho, tarugo?

- No generalices, que yo no he hecho nada -interpeló Jesusángel, el gordo.

- ¡Cállate! -definitivamente Pepejuán estaba muy enfadado.

El grupo se convirtió en un bloque de cemento semicircular esperando un desenlace a sabiendas de una tragedia con dos actores.

Pepejuán le dio un fuerte picotazo a Rogelio en la pechuga. Éste no se defendió, sólo esperaba. Al primero siguió otro, y otro... Una verdadera paliza que acabó con Rogelio patas arriba y tuerto. No hacía falta la sangre para percibir la tensión. Nadie ayudó a Rogelio. Se fue cojeando a una esquina, donde, cabizbajo, chupaba sus heridas. El silencio, fúnebre, sólo era amenazado por los gritos de Pepejuán:

- ¡Mirad mi cola! Es la más hermosa y larga de cuantas hay aquí. Yo soy el más maduro. Yo he visto muchos, muchos Rogelios, miran al ESPACIO EXTERIOR. Uno de ELLOS lo mira, se encariña con él y ¡FAS! ¡FAS!, se lo llevan. Jamás miraréis a través de ese cristal sucio, me oís. ¡Jamás! Nadie mirará allí. Pasaremos desapercibidos. La vida del grupo, de cualquiera de nosotros, está en peligro. Todos esperamos el gran día:

Todos asentían temblorosamente.

- ¡Ruth! Te toca columpiar.

- ¡Benito! Haz flexiones.

- ¡Maríajosé! Cuida ese catarro.

- ¡Manolo! Hoy no comes. Siempre estás comiendo semillas. Quiero agilidad. “A-GI-LI-DAD”.

Cada cual volvió a su sitio. Una paradoja: cada periquito un engranaje en la jaula, paladín del estatismo. Benito se agarró a los barrotes y comenzó a hacer flexiones sin descanso. Sus patas no flaqueaban. Maríajosé se alejó de la bañera, y se acurrucó a Victoriano, que le rodeó con sus alas, mientras Yolanda le hacía masajes en el pico.

Alfredo parecía enfermo, no hacía más que evacuar: tendrá diarrea. Raudo, Josemanuel mascó cáscaras de mijo, y le aplicó una cataplasma cerca de la cloaca. Así, el grupo funcionaba. Pero nadie se acordó de Rogelio. Dos días después, le dijo el SER GRANDE DE LA BATA NEGRA CON FLORECILLAS DIVERSAS al SER DE LA BATA BLANCA:

- Mira, ése parece enfermo.

- Sí, se despluma, su cola se tuerce y... ¡le falta un ojo!

- ¡Mil quinientas pesetas menos...!

-V-

No hacía frio. El clima era casi tropical, y por eso los periquitos estaban contentos. Su rostro era feliz. El grupo era más flotante que nunca, la gente se animaba a comprar periquitos. Nadie sabe que sólo es un número en una moda, y mucho menos esos periquitos verdes, de plumaje alegre y de aspecto feliz, aunque con rostros tontos de infelicidad. Un rayo de sol les ponía contentos, y una salida provocada la depresión. Unos periquitos demasiado versátiles. Y eso dijo Angeljavier:

- ¡Jamás vi gente tan versátil!

La jaula era de color gris metálico de gruesos barrotes, pero oxidada en un vértice superior.

Angeljavier era un jilguero. Era de plumaje oscuro con alguna punta colorada en la cabeza. A Cristina le parecía como el señor de amarillo, de la jaula de al lado, que siempre se quejaba, pero más pequeño. Entró en la jaula de forma accidental, mientras limpiaban la suya.

Pepejuán era el más hermoso de todos. Tenía la cola más larga y el plumaje más luminoso. Parecía que Julia tenía a un periquito detrás suyo continuamente, y Pepejuán era el periquito nuevo allí. Era el más hermoso, y por eso se lo llevaron.

- ¡Que aburridos! ¿Nunca hacéis nada? -cada vez que hablaba Angeljavier parecía que negaba algo, como si él poseyera la verdad. Tenía pintas de astuto. Era picudo, enfadoso, picajoso, fácilmente irritable, irónico... demasiado para un inocente pájaro.

No había grupo en los periquitos. Cada cual tenía sus historias. Pepejuán, respaldado por Julia, se creyó con el derecho total de dirigirse al visitante accidental.

- ¿Qué haces aquí? -le preguntó tiernamente Pepejuán.

- ¡Morirme de asco! Necesito aire fresco. Tengo que escapar.

- ¿Escapar?

- Sí, huir, pirarme, largarme... ¡Escapar!

- ¡Pero qué dices! ¿Estás loco? Si ELLOS están siempre vigilando...

- ¡Si ya digo que sois idiotas!

Pepejuán quedó tan atónito que dejó en monólogo a Angeljavier, que no hacía más que "escupir barbaridades" cada vez más convincentes.

-¡Se van a preocupar ELLOS de nosotros! Sólo del dinero que saquen de nuestra venta, como si eso fuera importante. ELLOS sólo ven dinero. Tú naces, y la comida se te da, pero te compran con dinero. Por eso venden periquitos, canarios o jilgueros... para comer. Nosotros somos el dinero -Angeljavier respiró.

"Nuestro mundo consta de dos cosas. Si no vives, estás muerto. Si sólo vives una, te pierdes la otra. Es la jaula, y la no-jaula. No tiene sentido que sólo vivas en la jaula o sólo en la "puta calle", como dicen ELLOS. Tú eres más rápido que sus ojos. ELLOS con un dedo de su pata, podrían aplastarte, pero tú les rondas su pechuga, vuelas sobre sus cabezas, te ríes de ELLOS, y te cagas sobre ellos. ¡Pero tíos! Aquí estáis atrofiados, clavados, dormidos. No sabéis lo que mola un buen poste de teléfonos.

Pepejuán quedó sin habla, con los ojos más grandes que nunca. Perplejo, no supo conducir las palabras que le dijeron, y aún le dirían.

- Cariño, ¿has visto qué fantasma? No sabe más que fanfarronear. Ahora vuela alrededor de la jaula para que todos le veamos. Pero... ¿qué pasa...?

Pepejuán le dijo a Angeljavier si podían conversar. Hablaron durante largo tiempo. En una esquina de la que sólo se percató Julia. En un momento, visto y no visto, Pepejuán voló hacia el rincón oxidado, Angeljavier iba delante, se abrió paso con el pico, y se fue volando por ese hueco... mientras Pepejuán le miraba, absorto y perplejo. Aprovechó que la puerta se cerraba por un cliente que se había ido, y le siguió.

El tendero se enfadó, y, mientras arreglaba el vértice roto con un alambre viejo, dijo:

- ¡Diablo de pajarracos! ¡Se ha vuelto a escapar ese cardelino! -el tendero siguió con la mirada a las dos aves que volaban ruidosamente cerca de los vértices del techo-. ¡Qué extraño...! Los periquitos no se escapan.

(Continuará).

Nota del administrador del blog:
Para acceder a una breve semblanza de Vicente (escrita por su hermana, Cristina, también paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.

Nota de su hermana Cristina:
Vicente escribió este relato en 1982... pero debió arreglarlo en 1989, para enviarlo a algún concurso. Los nombres que utiliza, son de amigos de 1982. ¡Hasta sale el mío!

********************

2- Sección "PowerPoint del día":

No estoy autorizado para realizar comentarios a este PowerPoint :-)

Para visionar y/o guardar el archivo PowerPoint, hacer click en: Dudas existenciales.

*******************

No hay comentarios:

Publicar un comentario